Hay ropa rebelde, con entramados complejos, que se resiste al lavarropas. Amontonada en la silla, la miro indiferente y hasta con cierto desprecio. Cuando la ropa comienza a copar también el suelo, ahí siento lástima de tener que separar las polillas de su nuevo hogar y por obligación sanitaria lavo la ropa.
Con coraje, amaso la ropa rebelde en un latón con agua fría. Luego, abatida por intoxicarla con el jabón Bull dog, como si infligiera su naturaleza mugrienta, le hago reanimación bajo el chorro de la canilla. Acto siguiente, le extraigo el agua como si ordeñara una vaca. La cuelgo y sus extremos caen exhaustos.
viernes, abril 20, 2007
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2 comentarios:
Es cierto, lavar bien la ropa es un arte. Pero nunca podría mirar un montón de ropa sucia con indiferencia o con desprecio, creo que trato de evitar verla, y siempre que lo hago es con vergüenza y culpa (Hay una pequeña voz en mi cabeza que me pregunta que hace esa ropa ahí).
Ahora bien, luego de lavarla... ¡qué satisfacción! vencí la ropa y me vencí a mi misma.
Mi-tacua-uy, exagero no tan así. Lavo, es más la única ropa que colgaba de la cuerda en Tacuarembó era la que lavé con Bull dog. Imaginate la montaña de barro a la que me tuve que enfrentar cuando llegué a Mdeo.
Me divierte lavar, tendrías que verme: la amaso, le hago reanimación y la ordeño como a una vaca- por eso lo escribí.
¡Extraño a José y a Ester!
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