
_Es así y no hay más vueltas, me dijo después de sacar una foto por la ventana con el aparatejo. Le gustaba la fotografía, pero nada la pintura complicada con rayas y manchas, que nadie entiende.
En ese momento comprobé mi tolerancia. Hombre obstinado. Le largué mi teoría sobre la realidad, y traté de hacerle comprender la importancia de cuestionarla en todo momento para poder avanzar en los conocimientos. No se la conoce del todo, le dije sin anestesia mientras su cara se desformaba en un arrugada incomprensión. Cada uno capta la realidad de acuerdo con su modo particular de percibir y entender el mundo, le seguí diciendo. Fruncía el labio. Sus ojos negros me miraban incrédulos y su perfume seco invadía el ambiente.
Tercera dimensión, ficción, sueños…
_Tito estoy yendo a Maldonado, estaba arriba del escritorio…
A la mente venían otras opciones de realidad que provenían del almacén de lecturas y charlas, mientras mi vecino hablaba con un tal Tito por el mini aparatejo.
Porfiada como él, no le quise dar la razón. Se bajó en el último peaje antes de llegar a Maldonado, y el hombre con perfume seco desapareció por el pasillo luego de despedirse, a un ritmo de hip hop que salía del mini aparatejo.
Imagen: Paul Klee, uno de mis pintores favoritos, Paukenspieler, 1940.
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