La primera en aparecer fue Venus, que miraba de abajo a la luna en dirección a las huellas del sol. La diosa de la belleza se mostraba brillante en un escenario pintado de un rojo furioso que el amarillo y el azul trataban de matizar . En el horizonte se veía la lluvia que traía una nube alargada. Abajo, la ensenada de Portezuelo contemplaba desde sus casonas rocosas a la tercera diosa de los Incas, después del Sol y la Luna. Ella era la estrella protagónica.
La contempló y suspiró. Tomó una hondonada de aire frío y limpio y, por unos segundos, se distrajo con las siluetas de unos pescadores que se mantenían en guardia con sus cañas. Olía a mar revuelto. La nube en un momento oscureció el paisaje y trajo su lluvia.
jueves, julio 19, 2007
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