lunes, julio 21, 2008

Un domingo de feria y de arte


Ayer, en el último día del veranillo de invierno recorrí la feria de Tristán Narvaja. Dos o tres veces por año me gusta caminar por esas coloridas calles que reúnen animales, verduras y frutas, libros, ropa, antigüedades y los objetos más extraños.
“Lleve perejil fresco”, pregonaba un niño y, una cuadra más adelante, la música de un saxo anulaba el resto de los sentidos. Seguí caminando, y me entretuve con fuentes y tazas de porcelana que una señora ofrecía en una mesa desmontable. Al lado, tres acordeonistas tocaban tangos en un restorancito. Allí almorcé: ravioles de ricota con salsa de puerro, agua mineral sin gas, panqueque de manzana con helado y café, por doscientos pesos.
Compré un sombrero que me queda ajustado, sin embargo en la primera ventisca, vuela.
Sin acoplarse, los sonidos fueron perdiéndose, y marché al MNAV (Museo Nacional de Artes Visuales) del Parque Rodó. Hay una exposición itinerante de Miró y de Fonseca. Miró fue un pintor con suerte: trazaba una raya en un lienzo o en un pedazo de cartón y, sólo con firmarlo, lo vendía por una buena suma de dinero, y ¡todavía lo logra!
Fonseca, constructivista, discípulo de Torres García, recorre el mundo y plasma sus impresiones de los países que visita con una paleta opaca y con palabras como “il gelateria”. Me gustó un cuadro de pequeñas dimensiones donde da su visión del hombre y la mujer: el hombre era puras rayas y la mujer puras curvas.
El museo lleno. Los adultos acercaban sus lentes a los puntos y rayas de Miró, mientras los niños correteaban de una punta a la otra. Un niño, subido en los hombros del padre, miraba las rayas con una mueca de desagrado; los niños son tan sabios.

2 comentarios:

eresfea dijo...

Deliciosa crónica.

El otro yo dijo...

Cuando entré al restorancito tocaban dos acordeonistas al lado de los comensales. Uno que pasaba los oyó, se presentó y empezó a improvisar con los otros dos –que tenían un acordeón de más-, eso fue una delicia.