Hoy despedí a Megan, una amiga de las que recuerdan cuando aprendimos a andar en bicicleta. Se volvió a EE.UU., California, Santa Bárbara, y Montevideo está vacío. Camino por las calles silenciosas, y me acuerdo de cuánto rechaza vivir en EE.UU., California, Santa Bárbara y de cómo añora vivir acá.-
Me llama otra amiga, con la que comparto pequeños proyectos, nos vemos.
viernes, enero 25, 2008
jueves, enero 17, 2008
¿Tv o no tv?
“Pensas o miras tv”. Encuentro este graffiti en la calle Bahía Blanca camino a casa, a eso de las 21 y 30. Llego, después de estar once horas de acá para allá: ceno y enciendo la tv y no, no pienso.
La crem de la crem familiar

“¡La crem de la crem vecino!”, vocifera un joven, y la ocurrencia me hace girar el cuello hasta encontrarlo. El jovencito, que no pasa los trece años, con la lapicera ajustada atrás de la oreja y sosteniendo una tira de papel, le llena una bolsa de dos kilos de manzanas, que no son arenosas, le afirma a la señora; cobra; entrega el cambio exacto; ayuda a cargar un cajón desbordado de frutas que se lleva otro clientes; y me pregunta si estoy atendida.
La familia entera trabaja en el puesto. El padre del jovencito controla el funcionamiento, subido a un cajón, atrás del puesto. “Agarre una bolsa y sírvase”, ofrece, mientras le señala, a otro jovencito, el extremo del puesto donde se juntaron tres personas. El controlador apoya sus pesadas manos arriba del cajón-caja donde el padre, el hermano, los hijos y los sobrinos, le dan la ganancia o le piden el cambio. Una nena con los brazos cubiertos de pulseras de colores, ordena los billetes del cajón- caja en el que se cuelga, al lado de los brazos del padre.
Compro una sandia, luego que el dispuesto jovencito chequeara el estado: la golepea con el oído pegado a la fruta para ver si suena como una puerta.
No se suele regatear el precio, aunque el feriante puede sumar dos o tres frutas a la bolsa.
La tormenta

Ayer, no antes de ayer, el estruendo de los truenos y los relámpagos me levantaron de la cama. A oscuras cerré las ventanas del comedor, cocina, cuartos, y desenchufé la computadora. Sola, me quedé mirándola desde la ventana del cuarto. Llovió con tanta fuerza y sacudía los árboles con tal violencia que parecía que el deshogo era grande. A la mañana, la tierra estaba seca como si lo de anoche hubiera sido un sueño o algo de lo que se pretendía olvidar rápidamente.
La que nunca debería existir
La duda suele ser mezquina e inquisidora, taladra la cabeza con tan intensidad que no da cabida a otros pensamientos. La incertidumbre lleva a buscar respuesta hasta en la duda metódica de Descartes o la duda kanteana como si una receta con pasos puedan darme una solución. Busco pros y contras, pienso en lo que realmente me va a servir y vuelvo a revisar mis opciones. Una amiga insiste e insiste para que realice el proyecto documental con ella. Tentador, pero ¿y lo demás? Maldonado, un departamento por explotar o temas reporteados que me interese inmiscuirme. No sé, no sé, y de vuelta la dubitación. El tiempo discurre y los plazos se acercan, y nada.
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