martes, octubre 03, 2006

Regreso de la hija pródiga


Desde la escalera escucho las risas de Esther y Graciela. No sé de qué se reían, pero rieron más cuando me vieron llegar. Esther dejó de amasar y me mostró todas las delicias que preparó. Sobre el mármol había alfajores de maicena, pastaflora, bombones, tarta de puerro, torta de jamón y queso, y la heladera desbordaba de comida. Graciela secaba ollas.
Este fin de semana comimos, sí que comimos y tomamos, en especial, el domingo que terminamos bailando boleros. ¡Qué lindo es llegar a casa! Todo limpio y con flores en cada rincón.
Es cierto, no hay como la casa de uno.

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