martes, julio 15, 2008

Gigantes viajeras


El mar sereno recibe la ballena franca, que se hunden y juegan entre sí, ante la mirada de los curiosos. Se la puede apreciar desde la costa a escasos metros y oír los soplidos con que emiten vapor cuando respira en la superficie. En estos días de "verano", la ballena franca de carácter apacible aprovecha la protección natural de la bahía de Maldonado para aparearse y parir, antes de continuar su camino al sur. Se alimenta en los mares antárticos durante el verano, y cuando progresa la banquisa polar va hacia el norte.
Llega a medir hasta dieciocho metros de largo y pesar entre cuarenta y sesenta toneladas, y se distingue entre otras por las callosidades claras en la parte superior de la cabeza y por carecer de aleta dorsal. Se la puede apreciar desde la costa a escasos metros y oír los soplidos con que emiten vapor cuando respira en la superficie. Otra característica: no tiene dientes, sino barbas con las que barre el alimento. Llega a comer trescientos kilos de krill por hora, para mantenerse a lo largo de su recorrido.
La caza de ballenas fue la principal actividad productiva en la zona, desde la última década del siglo XVIII hasta la cuarta década del XIX. Arponeaban las ballenas desde lanchas balleneras, dentro de la bahía de Maldonado y en las aguas cercanas a la costa, lo que permitía luego remolcarlas hasta la playa de la Isla Gorriti. Allí, las destazaban y derretían su grasa para obtener el aceite que se utilizaba para iluminar las casas y las ciudades, para jabones de perfumería y para engrasar los cordajes de las velas de los barcos. El nombre de ballena “franca” proviene del hecho de que por ser una nadadora lenta facilitaba su arponeo. Desde 1803, una ballena en un mar agitado y un ancla son los símbolos que ostenta el escudo de Maldonado.

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