viernes, abril 20, 2007

Diccionario alternativo


Me veo en la obligación de denunciar otros atropellos del idioma castellano (véase el post de Los pies). Existen incongruencias en el idioma que más se habla en el mundo.
Para empezar a desmitificar la perfección del diccionario de la RAE, voy a citar a un grande de la escritura, Quino, que en boca de Miguelito denunció en el 60 o 70 una gran inconsistencia: “¿Por qué todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto? Me percaté de las intenciones de los creadores del diccionario de la RAE cuando me di cuenta de que “dar” tiene apenas tres palabras y “recibir” más del doble.
Revisemos algunas palabras:
Aguda El diccionario de la RAE la define: “Palabra cuyo acento carga en la última sílaba.” Pero si se fijan, ¡carga el acento en la penúltima sílaba! A partir de la fecha este vocablo debería pronunciarse: Agudá.
Acentuada no tiene acento y define a todas las palabras acentuadas. Por lo menos habría que ponerle un acento: Acentúada.
Bisílabo La muy descarada lleva cuatro sílabas para definir a una de dos. Decretazo: las palabras de dos sílabas se llamarán Bisi.
Anagrama es una palabra que si uno cambia de lugar sus letras, consigue palabras diferentes. Ejemplo: crónica se transforma en cocinar. Anagrama no tiene anagramas de una sola palabra- Se debería cambiar por Anogroma que por lo menos puede trasformar a Agrónoma.
Capicúa Palabra que tiene el mismo significado cualquiera sea el sentido en el que se lea. Ejemplos: sometemos- reconocer. Si eso fuera cierto capicúa se leería: aucipac. Capicúa no tiene capicúa.
Cubierta es el suelo de la embarcación que queda a la intemperie. ¡La cubierta es la única parte del barco que está descubierta!
Diptongo existe cuando se juntan dos vocales distintas y se pronuncian en una sola sílaba. Otra vez, diptongo no tiene uno, que tal: diputongo.
Y lo mismo le sucede a la diéresis, el diminutivo, el gerundio y el plural.
Esta lista comprueba lo contradictorio que resultan muchas de las palabras que contiene el diccionario inquebrantable de la Real Academia Española.

El arte de lavar

Hay ropa rebelde, con entramados complejos, que se resiste al lavarropas. Amontonada en la silla, la miro indiferente y hasta con cierto desprecio. Cuando la ropa comienza a copar también el suelo, ahí siento lástima de tener que separar las polillas de su nuevo hogar y por obligación sanitaria lavo la ropa.
Con coraje, amaso la ropa rebelde en un latón con agua fría. Luego, abatida por intoxicarla con el jabón Bull dog, como si infligiera su naturaleza mugrienta, le hago reanimación bajo el chorro de la canilla. Acto siguiente, le extraigo el agua como si ordeñara una vaca. La cuelgo y sus extremos caen exhaustos.

lunes, abril 16, 2007

Verificación empírica



Si se encuentra con un hombre que convive con un gato y además duerme con una tele en su dormitorio, se comprobarán las causas de la separación.

Sábado de tormenta


Hay un momento en el que el cuerpo dice BASTA: todo da vueltas, las piernas flaquean, la boca parece despedir fuego, la cabeza estalla, la nariz moquea, un zumbido taladra los oídos, tragar se hace imposible. Tecleo y me sudan las manos. Al lado, la cama con las huellas de una noche inacabable. ¡¿Qué dijiste?! Y aquí vamos otra vez, ¿son sordos o qué?, encima que cuesta, tengo que subir el tono de la voz y esforzarme como si gritara. Se me nubla la vista y la pantalla se duplica. El exterior se percibe desde otra perspectiva, como una película de la que no puedo participar. Duermo, tomo agua, leo, duermo, tomo agua, escucho música, duermo, tomo agua, leo y vuelvo a dormir y a tomar agua. Me voy a la cama, me explota la cabeza.
(ESCRITO EL SÁBADO, hoy hasta puedo hablar, tragar y caminar)

jueves, abril 12, 2007

El tiempo vuela


Tengo la sensación de que nunca puedo alcanzar el tiempo.-

miércoles, abril 11, 2007

Pasajera 120


Suena el celular, mensaje de texto. Pago al guarda del 300, me siento y leo el mensaje. ¿Ese es el 120? No sé, le respondo a una señora sentada a mi lado con unos lentes redondos que le cubren los ojos y gran parte de la cara. Miro ignorante el celular. Mi bisnieta me pide el 120, yo se lo presto, pero no se lo doy, no me puedo despegar de mi 120. ¿El tuyo dice la hora en voz alta? No. Ahí me encuentro, ignorante y vencida por la tecnología de una señora con mirada tierna y con cuatro bisnietos. Para demostrarlo, saca de su bolsillo el celular, aprieta con fuerza por unos segundos el numeral. Una programada voz femenina anuncia: seis menos diez. La señora me mira fascinada como si me estuviera mostrando el último chiche tecnológico. ¿Sabe escribir mensajes de texto?, le lancé sin que pudiera contenerme. Con la misma mirada divertida y hasta algo cómplice me responde descaradamente que sí. Me quedé muda, estupefacta y divertida. Aprendí hace muy poco, mis nietos me mandan mensajes todo el tiempo. Todos tienen celular, mi marido, mis hijos y mis once nietos.
Suena su celular. Como una experta, anuncia que es un mensaje de texto. Sigue sonando. Me parece que es una llamada, le señalé fastidiosa. Dudó de qué tecla apretar, hasta que se decidió a hablar. Es una llamada. Todos en el ómnibus escuchan la conversación telefónica. Corta, y sin que le pregunte, me cuenta: Me llamó un chiquilín, lo conozco desde que nació, fue compañero de uno de mis hijos, tiene novia y un remate me pidió que testifique que es de allá ¿Te dije que soy de Mercedes, departamento de Durazno? No, ¿cómo es allá? ¡Ah! Es muy lindo, lo tenés que conocer.

En fin, la señora, amorosa, se bajó en la siguiente parada, no sin antes contarme que había tenido que venirse a Montevideo a trabajar hace cuatro años porque su jubilación y la del marido resultan muy escasas. Cocina en una casa y cada quince días va a visitar a su familia. Debe de tener más de 75 años y sigue trabajando. Son una vergüenza las jubilaciones de este país. Señora, el Domingo de Ramos estuve en Durazno. Por falta de tiempo, no pude visitar Mercedes, pero créame que lo haré.

martes, abril 10, 2007

Apuntes de la P. G

Las personas que viven en el campo son naturalmente sencillas, tanto en la vestimenta como el lenguaje, las comidas o su vida. Son trabajadoras y tranquilas, los ruidos extraños las asustan y el pueblo las marea. En campaña, uno es el mismo descalzo que con zapatos, y en la ciudad, para ser alguien , necesitás vestir marcas. Cantan el himno nacional con el sombrero sobre el corazón. Tienen una fiesta en el año, la Patria Gaucha, la fiesta del norte, del pago más grande de la patria como anuncia un cartel en la entrada de Tacuarembó. En esa semana de festejos se reúnen con otros paisanos, llevan sus mejores vestimentas y estrenan sus mejores caballos. Pasean a caballo o caminando, vestidos con bombacha, rastra, facón de plata, camisa blanca y, algunos, chaleco de cuero. Su moda es la misma que hace siglos. Las vidrieras de Tacuarembó ofrecen prendas de última moda junto a los vestidos de las chinas y las bombachas, la fajina, la boina y las botas de los gauchos. Los niños quieren ser jinetescuando sean grandes , se sacuden arriba de un tronco y revolean un trapo.
Estoy en una habitación de un rancho de barro y paja, y escribo en una libretita: "La nena no llega a la barra de la parrilla. El padre pide a gritos al mozo una coca. El murmullo de los clientes de las mesas se mezcla con la música en vivo de un payador. Todo es confuso: el humo y el olor a asado."
Cruje la puerta de madera del rancho. Con permiso, anuncia un gaucho, y sorprendido al encontrarme, se saca el sombrero para entrar. Camina en puntas de pie, con un vaso de plástico en la mano, hasta las damajuanas de vino. Disimulo, muevo la lapicera mientras lo miro de reojo. Él también me mira. Voy a probar la Parmalat. Claro, como si sus cachetes colorados no delataran sus otras catas. Le sonrío cómplice.
"El mozo les trae lo ordenado. Las manos hinchadas y ásperas del padre le entregan un billete de mil pesos, tal vez los únicos que le quedan. El mozo no entiende lo que le pide la nena, ¿querés agua o Fanta? Te la cambio." Desaparece el gaucho con su vaso lleno de vino, su facón de plata y sus pasos silencioso.
Bombilla!, grita la nena entre el ruidaje del lugar, ¡bombilla! El mozo le entrega una pajita."