viernes, octubre 05, 2007

¡Azúcar!

Sí, yo entrevisté a Celia Cruz. En realidad, no fue una entrevista, sino una emboscada. La esperé a que saliera de almorzar en un restaurante del Conrad y la intercepté con una amplia sonrisa y el grabador de la radio. En esa época trabajaba en un programa de radio con tres amigos. Yo me encargaba de los móviles. Los cuatro cursábamos preparatorio y teníamos el programa de radio más escuchado, en Maldonado, de las seis de la tarde.

No sé por qué cuento esto. Ayer tenía ganas de escribir, pero en vez de eso lavé la vajilla. Palahniuk y sus historias me habían desvelado. Hace tiempo que un libro no me desvela: o porque no encontraba el que lo hiciera o el tiempo libre. Eran las dos de la mañana del día de hoy y yo lavaba con la puerta cerrada y la radio encendida. Moví un poco el dial y dejé en uno que pasaban una canción de Police. Cuando acababa la montaña de vajilla del almuerzo, multiplicado por tres de la normal, sonó una canción de Celia Cruz. Hoy me desperté con la canción resonando en la cabeza.

Cuando me enteré que Celia Cruz iba a dar un show en el Conrad quise entrevistarla. Ya había entrevistado a otros: Gloria Gainor, Pimpinela, Natalia Oreiro, As Meninas y Daniela Herrero. Sin embargo, esa mujer despertaba una alegría tan especial que me parecía vital. Ella fue la única que intercepté. Los demás lo había hecho, esperando mi turno junto con los periodistas, en la hora destinada para la prensa. No sabía qué carrera seguir, pero después de la primera entrevista, con Rubén Rada, el ahora gerente de Relaciones Públicas del Conrad, M. G., tenía un lugar para mí en las otras entrevistas. Todas, excepto la de Celia Cruz y de Cristian Castro. El último no me importó, pero sí la cantante que daba ritmo a los pasos y al alma. Así que, L. de Relaciones Públicas que armaba el itinerario de los artistas, me informó a qué hora y en dónde iba a almorzar. A esa hora, esperaba en un sillón estratégico con una vista directa al restaurante. Camuflada con una revista sofisticada, escudriñaba a ver si la veía salir. Después de un buen rato, apareció apoyada en el brazo de un joven. El corazón me golpeaba el pecho. Armada con el grabador y la mejor sonrisa que pude conseguir en ese momento que me sudaban las manos, obstaculicé su paso. No sé cómo me atreví. Las piernas se movieron y de mi boca salió una voz que intentaba ser cordial. Me presenté, dije de dónde venía y le mostré una identificación de la radio. Ella sonreía, bajita y con un turbante en la cabeza, mientras yo quería que me tragara la tierra. Iba con una pregunta, me fui con tres respuestas y un saludo para el programa con un “¡Azúcar!”. Hoy no lo hubiera hecho.

1 comentario:

eresfea dijo...

Te mando por correo una canción para "enfrentar" a Palahniuk.