skip to main |
skip to sidebar
No puedo conciliar el sueño. Son las 6: 30 de la mañana. La noche está divina con una media luna en creciente y un cielo poblado de estrellas, seguro mañana va a ser un día despejado. Josefina emite sus ruidos guturales entre sueños mientras se refriega contra mi. Tengo empache de cine, bueno, malo y deprimente, mucha playa, sociales y cenas. Causa: El Festival de Cine Internacional de Punta del Este. Los pájaros cantan alborotados. Aclarece. Voy reencontrarme con un inglés que cuenta la vida de Josefina, la mujer de Napoleón.P.d.: Una amiga siempre me dice que las casualidades no existen, que todo ocurre por algo. No sé si es cierto, la verdad es que esa luna no está en creciente sino en menguante, hoy la luna está en la fase creciente, extraño y curioso que los blogeanos no se hallan percatado.
2 de febrero, día de la Virgen de la Candelaria, patrona de Punta del Este.
11 de la mañana.
El cielo está despejado y el barco nos acurruca, a pesar de la aparente calma de la marea. Decenas de barcos pesqueros, veleros, yates siguen a la Virgen de la Candelaria por la bahía de Punta del Este. Rezamos el rosario y pedimos que los coros celestiales no se ofendan y tengan piedad de las voces que retumban por los parlantes, intentando entonar alguna canción. El crucero Sinfonía, para sumarse a las voces marítimas, toca varias veces su potente bocina, no sé si para saludar a la Virgen o para tapar las entonaciones.
No pude ir a la procesión de las candelas en la tarde, pero me dijeron que se encendieron muchas luces.
Y pensar que al día siguiente de escribir el mensaje anterior, me llama Agó, una de las artistas plásticas que le vendía sus cuadros el verano pasado en La Barra. Y me propuso vender en una galería de Punta del Este. Y ahí trabajo, cada tarde –excepto una-a partir de las 18hs hasta las 23hs. en la galería de Páez Vilaró. Y vender pinturas tiene sus beneficios, aparte de los económicos, se está en contacto con personas que hablan en distintos idiomas, con desvíos mentales distintos y edad variadas. Y entre manos... también ando con otras cosillas.Las decisiones, las acciones e inacciones tienen consecuencias que, muchas veces, son imposibles de medir y de percibir.P.d.: La pintura de Carlo Paéz Vilaró está muy influenciada por la de Picasso.

Esa mirada innovadora supo captar estilos y a su vez, desprenderse de ellos para crear y marcar estilos, formas y técnicas propias. Su obra se la suele clasificar en distintos períodos, aunque él no se haya encasillo en ninguno. Mira inquieto, no se conforma y continua en la búsqueda de otras posibilidades de expresión.
Mujer en Azul, 1901, 133 X 100 cm., óleo soble lienzo, Museo Nacional de Arte, Madrid.
A los veinte años Picasso realiza este lienzo de innovadora concepción cromática, escapando de las tendencias academicistas, mientras estudia en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. La expresión ofuscada de la modelo, el exuberante vestido con la moña gigante, los dos colores del fondo, conforman una composición naturalista, tal vez, influenciado por la obra de Gauguin.

La vida, 1903, óleo soble lienzo, Cleveland Museum of Art.
El protagonismo del azul, en este cuadro, produce un efecto desgarrador, más que nada por las imágenes de fondo y los rostros sin expresión de los peronajes. Picasso lo pinta en Barcelona rodeado del ambiente melancólico característico de esta época.

Familia de Saltimbanquis, 1905, 213 x 229 cm., óleo soble lienzo, National Gallery of Art, Washington D.C. Picasso trabaja numerosas obras sobre el tema del circo y los saltimbanquis y ya con temas y expresiones más alegres, aunque este cuadro todavía mantiene la melancolía en las caras de los personajes, pero el trazo, los colores y la pincelada denotan otro espíritu más alegre y dinámico.Influenciado por el clasicismo griego y la cultura africana inicia un nuevo ismo: el Cubismo, junto con Cezanne y Braque, pero ese es tema de otra entrada.
Desde las alturas, en una casilla de madera, vigilan como águilas prontas para la acción, tres guardavidas. La melena negra cae sobre las piernas esbeltas y bronceadas de una mujer que, sentada en la arena, se unta protector solar mientras una rubia con un mini bikini a rayas ya está en posición de adoración al astro rey. Un guardavidas, en las alturas, observa a través de binoculares el panorama privilegiado de la playa Montoya. En la orilla corre otro guardavidas con su short rojo al estilo de los Baywatch de la serie televisiva. “Se hacían los tontos, par de inconscientes” expresa en con un tono imperturbable José Luis, el guardavidas, tras haber silbado, varias veces, a dos bañistas que se encontraban en la zona de riesgo. Las rocas determinan la zona de riesgo la que está señalizada con banderas y carteles. Nada de glamour ni privilegios reminiscentes de las pantallas, el guardavidas tiene mucha responsabilidad. Esto me lo hace saber José Luis: “Es un trabajo muy estresante”, me explica con la piel tostada y los labios blancos del protector solar. Desde que empezó la temporada, tuvieron cuatro rescates, la mayoría ocurren entre el primer y segundo banco de arena. “Si bien las olas son el principal atractivo para los chiquilines”, señala el guardián de la costa y agrega “también resultan ser lo más peligroso”. José Luis mira insistentemente su refugio en las alturas, quiere subir, desde ahí, tiene mejor visión.
Los grupos de adolescentes que invaden el parador, al desaparecer el Sol evacuan la playa, mientras los guardavidas permanecen en su altar custodiando la vida de las personas.