jueves, enero 17, 2008

La crem de la crem familiar

Camino con el cuello torcido, impulsada por el desfile de personas que miran por encima de su hombro, seducidas por los rojos, las naranjas, los marrones, y las distintas tonalidades de colores que visten los puestos de fruta y verdura de la feria de Maldonado. Mi madre suele definir a la feria como “el corazón del pueblo”. Y así, con ese vuelco poético, precisa lo imprescindible que resulta vivir la feria para conocer a la cuidad.
“¡La crem de la
crem vecino!”, vocifera un joven, y la ocurrencia me hace girar el cuello hasta encontrarlo. El jovencito, que no pasa los trece años, con la lapicera ajustada atrás de la oreja y sosteniendo una tira de papel, le llena una bolsa de dos kilos de manzanas, que no son arenosas, le afirma a la señora; cobra; entrega el cambio exacto; ayuda a cargar un cajón desbordado de frutas que se lleva otro clientes; y me pregunta si estoy atendida.
La familia entera trabaja en el puesto. El padre del jovencito controla el funcionamiento, subido a un cajón, atrás del puesto. “Agarre una bolsa y sírvase”, ofrece, mientras le señala, a otro jovencito, el extremo del puesto donde se juntaron tres personas. El controlador apoya sus pesadas manos arriba del cajón-caja donde el padre, el hermano, los hijos y los sobrinos, le dan la ganancia o le piden el cambio. Una nena con los brazos cubiertos de pulseras de colores, ordena los billetes del cajón- caja en el que se cuelga, al lado de los brazos del padre.
Compro una sandia, luego que el dispuesto jovencito chequeara el estado: la golepea con el oído pegado a la fruta para ver si suena como una puerta.

No se suele regatear el precio, aunque el feriante puede sumar dos o tres frutas a la bolsa.

2 comentarios:

eresfea dijo...

Y la fotografía, con ese color, parece un cuadro.

El otro yo dijo...

Sí, parece.
Si vieras cómo la feria me cambia el humor.