jueves, octubre 09, 2008

Mundos que crecen


Las estrellas se juntan en el reflejo del mar y las ramas se agitan con cada soplido del jaguar que vigila, desde una colina, a los liliputienses saltarines que chapotean en la orilla y juegan con las estrellas.
-¿No duermen en la noche los liliputienses? ¿O es verano?
-En la selva no hay estaciones; amanece y el rocío cubre las hojas de los plátanos, en el mediodía, el sol es tan fuerte que pica la piel de los liliputienses y, en la noche, la brisa acurruca las hojas de los árboles. No son nocturnos, pero esa noche, ellos chapotean en el agua, felices, porque la temporada de lluvia parece que da una tregua. No ven el jaguar, ni siquiera se percatan de que las libélulas bailan a su alrededor; ellos chapotean y chapotean y el reflejo de las estrellas se deforma.
-¿Por qué no nadan?
Sumergirse en el agua, aun más durante el mediodía, significa el mayor placer de ellos, como sabes. El peso, aunque no superan los seis kilos, no tiene sentido y el cuerpo se mueve con libertad. Por eso, creen que son familiares de los peses, aunque comen con gusto a esos familiares.
-Mmm...sin detalles, contame, hablame de Tetra y Gea, y de los Memolis.
Este, el mundo de los liliputienses saltarines de la selva, era uno de los mundos que le creaba a mi hermana para que caminara a mi lado cuando veníamos del colegio o del liceo. Aunque ahora su paso es más ágil, sigue sin gustarle caminar. Este mes cumple 20 años.


Pintura: Pez madre de Manuel Pailós.

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